¿Estamos perdiendo memoria?

Por fin llega el día. Ese grupo de amigas tenían las entradas para aquel concierto desde hace meses.

Están allí, disfrutando, bailando y riendo. Pero hay un denominador común que conecta a muchos (muchísimos) de los asistentes en ese estadio. Móviles en mano e intentos constantes de captar la mejor instantánea o el momento más cool y todo eso acabara en los feed de Instagram o bajo el paraguas de acción de algún hashtag.

 

Seguro que te sientes muy identificado con esto. O al menos, has presenciado este escenario en varias ocasiones. Y ahora planteo una pregunta. ¿Esta nueva forma de “vivir” está afectando a nuestra memoria? ¿Recordamos igual los acontecimientos a pesar de vivirlos tras la pantalla de nuestro smartphone?

Hay quien apoya la teoría de que las redes sociales refuerzan los recuerdos. Funcionan como un diario. Documentamos vivencias y pasados unos años, recordamos momentos muy precisos gracias a estas fotos colgadas en la red. La doctora Qi Wang, profesora en la Universidad de Cornell (en Estados Unidos) defiende que las redes sociales “nos proveen un importante canal para evocar recuerdos, en espacio público, y compartir con otras personas”.

Esto es, que dentro de un año tendremos una notificación de Instagram (a veces son muy traicioneras) donde te “recuerdan” que tienes “un recuerdo” que, intuye, sería bonito “que recordaras”. Y digo traicionero porque el algoritmo de Instagram no entiende de rupturas amorosas. Esto nos ha pasado a todos así que cuidado con lo que inmortalizas.

Por otro lado, están los estudios que revelan cómo ha afectado el uso de las redes sociales en nuestra manera de almacenar recuerdos en nuestra memoria. Según esto, estamos perdiendo memoria.

Un estudio publicado por el Journal of Experimental Social Psychology demuestra que precisamente los que exponen en mayor medida sus experiencias en las redes sociales son los que tienen menos recuerdos de los eventos que compartieron.

Pararse en el momento a fotografiar y compartir el momento, interrumpe la experiencia y por lo tanto lo recordaremos peor. Y entonces llega a mi conocimiento el concepto de “Memoria transactiva”.

Plantea que no solo almacenamos información en nuestros cerebros sino que buscamos fuentes externas para guardarlos ahí o para simplemente acceder a esa información cuando lo necesitemos. Voilá. Cuando leí esto intenté acceder a mi disco duro interno, el de verdad, mi cerebro, no en Instagram, y buscar recuerdos del último concierto en el que había estado y en el que hice videos compulsivamente para mis historias de Instagram. Y entonces lo supe. En ese momento decidí que la memoria de Instagram era mucho más fiable que la mía propia. (Prefiero no indagar en el porqué de esta conclusión). Pero supe que siempre que lo necesitase en el futuro podría revivir los videos con solo hacer “clic”.

En ese momento tu atención se divide. No estás 100% viendo el concierto. Sino que un 10% esta enfocando la imagen, otro 10% tratando de encuadrar de la mejor manera, y en otras ocasiones otro 10% de tu atención se centra en buscar a tu amiga para que te sujete la copa, porque, no se puede bailar, cantar y hace un video decente para Instagram con una cerveza en la mano también.

Esta memoria adicional, nos hace relajarnos y saber que aquello que buscamos siempre estará ahí. (A no ser que un día te hackeen la cuenta. Solo con pensarlo me ha entrado un pánico a quedarme sin recuerdos ¡Adiós pasado! ¿Quién me iba a recordar ese concierto dentro de dos años. Esa camiseta que era “la favorita” de tu amiga que le prestaste y nunca te devolvió, o ese peinado. ¡Ese peinado de hace 3 años no puede ser olvidado, es un recuerdo que tiene que perdurar para que nunca se vuelva a repetir!

Sin embargo, si prestáramos más atención a lo que ocurre en el “aquí y ahora” sin pantallas de por medio, sin uploads, sin shares, ni visitors en streaming,… ¿volveríamos a entrenar nuestra memoria para quedarnos con todos estos recuerdos?

El comportamiento social y la tecnología evoluciona y no podemos frenarlo. Nos seguiremos adaptando. Estamos sustituyendo memoria interna por memoria externa. Almacenamos más información pero estamos más expuestos a que estos recuerdos sean borrados, alterados, robados,… ¿Preferimos esto? ¿Por qué? Por el FOMO (entre otras muchas cosas).

FOMO (Fear of missing out), esto es, el miedo a perderse algo en las redes sociales o a quedar excluido de un evento, lo que obliga a los que sufren este síndrome a permanecer conectados a Internet. ¿Tendrá esto algo que ver? Ese concepto abre otro debate muy extenso que abordaremos en otro artículo. Pero la semillita está plantada. Quédate con estas siglas F.O.M.O.

Pero recuérdalas. No vale apuntarlas. ¿Serás capaz?

Fuente: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S002210311730505X


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